El legado de César by Josiah Osgood

El legado de César by Josiah Osgood

autor:Josiah Osgood [Osgood, Josiah]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2006-05-15T00:00:00+00:00


En este juicio a los arribistas triunvirales, hemos de atender a un último testimonio que nos ayudará a terciar entre las alabanzas y los vituperios. En el sexto poema del primer libro de las Sátiras, Horacio se dirige a Mecenas, quien, pese a provenir de una familia aristocrática etrusca, no parece desdeñar a los «desconocidos» ni a quienes, como Horacio, son hijos de libertos[136]. El potentado, de hecho, reconoce que en el pasado distante hasta los nobiles eran «desconocidos»[137]. En cambio, en tiempos mucho más recientes uno puede encontrar aristócratas fracasados como Labieno, a quien incluso el pueblo, habituado a dejarse deslumbrar por la parafernalia del estatus, condena. La apertura del poema, en definitiva, revela que Mecenas (quien por cierto no pertenece tampoco a la vieja nobilis romana) valoraba el talento de cada cual por encima de su nacimiento.

Pero, justo después de esta breve introducción, el poeta complica las cosas. ¿Qué sucede si Horacio, «al no ser hijo de un padre libre de nacimiento», tras haber ingresado en el Senado, es expulsado de este por un censor estricto? Aunque el literato se abstiene de aclarar la visión de Mecenas sobre el asunto, deja bien clara su propia postura: en tal caso, el censor actuaría «con razón, por no haberme quedado quieto, metido en mi piel» (vel merito, quoniam in propria non pelle quiessem, 22)[138]. Horacio procede a continuación a explicar su razonamiento en unos términos que presentan ciertas analogías con el prólogo de Salustio a la Guerra de Jugurta, aunque en este caso el literato está pensando de forma específica en los hijos de libertos como él mismo. Tomemos el ejemplo de Tilio, dice Horacio. Al parecer, fue expulsado del Senado, pero, impertérrito, regresó al mismo a las primeras de cambio[139]. «¿De qué te ha valido, Tilio —se pregunta el poeta—, volver a tomar el laticlave que habías dejado y hacerte tribuno?» (Quo tibi, Tilli, / sumere depositum clavum fierique tribuno?, 24-25)[140]. Tan solo para alimentar el desdén que despertaba en la gente.

El anhelo de Tilio por envolverse en la púrpura honoraria de los senadores insinúa una vanidad sobre la que Horacio regresa de forma más explícita unos pocos versos después, en 30-37, cuando compara al senador de baja extracción con un hombre desesperado por cultivar su propia belleza:

ut si aegrotet quo morbo Barrus, haberi

et cupiat formosus, eat quacumque, puellis

iniciat curam quaerendi singula, quali

sit facie, sura, quali pede, dente, capillo:

sic qui promittit civis, Urvem sibi curae,

imperium fore et Italiam, delubra deorum,

quo patre sit natus, nu mignota matre inhonestus,

omnis mortalis curare et quarere cogit.



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